Sentada, esperando tu llegada me pongo a pensar. Estoy aquí siendo ausente de mente, de sentimientos, de habla y escucha. Tu persona ocupa toda la mía, la ilumina y me acompaña.
Siento nervios, mas intento conservar la calma por más que se vea imposible...
Tus ojos, ésa perdición color verde del tamaño del cielo, me dejan sin aliento, paran los latidos de mi corazón por segundos para luego, llevarme a una taquicardia.
El horizonte se pone y se aleja en un parpadear de ojos, las olas van y regresan al compás de una melodía tan rápida, que casi es imposible de tocar. La gente va y viene, pero yo no me muevo, me quedo inerte ante tu presencia, ante tí.
Nunca descuido mi persona por si algun día me llegaras a hablar, cuando paso a tu lado, tu aroma se me impregna como si hubiera pasado por un campo de flores en plena primavera.
Tu cabello, que tiene esa caída natural, tan perfumado, tan cuidado, de un brillo tan radiante que casi me hace perder la vista al mirarte.
Tu voz tan dulce por excelencia, parece atraer a todo aquél que te escuche decir aunque sea una palabra.
Tan delicada, tan natural, tan distante y a la vez tan cercana resulta ser la combinación perfecta para este candado que todos lo llaman corazón.
Si tan solo estas palabras no fueran impresas en vano, estoy segura de que si llegaran a oídos tuyos, surtirían casi el mismo efecto que los míos sufren a diario.
No hay comentarios:
Publicar un comentario